Esta película nos recupera al mejor Quentin Tarantino, el de
esos diálogos rápidos e ingeniosos, aquel capaz de mantenerte pegado a la
pantalla durante 20 minutos hablando de los temas más triviales. Y sí, es un
western. Aunque un western visto por Tarantino.
La película comienza con el Dr. King Schultz (Christoph
Waltz) encontrándose con una caravana de esclavos. Intenta comprar a uno de
ellos en particular, Django (Jamie Foxx) y, ante la negativa de sus dueños, lo
libera con unos métodos muy particulares. A partir de aquí comienza la
peripecia de estos dos hombres: uno un esclavo que busca venganza; el otro, un
cazarrecompensas en contra de la esclavitud.
La nueva película de Quentin Tarantino nos trae lo mejor y
lo peor del director. ¿Es demasiado larga? Sí, un poco. ¿Tiene unos diálogos
agudos e ingeniosos? Como solo Tarantino puede escribirlos. ¿Es excesivamente violenta?
En algunos momentos pero se contiene en otras muchas escenas. ¿Tiene personajes
histriónicos y únicos? De esos que se ven uno cada varios años. ¿Es
terriblemente divertida? Sin duda alguna.
La película, pese a durar 165 minutos se pasa volando, si
bien es cierto que algunas partes se llegan a hacer un poco lentas, sobre todo
tras conocer a Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), momento en que la película
pierde algo de fuelle hasta que el criado negro más particular que ha parido el
cine, interpretado magistralmente por Samuel L. Jackson, realiza un
descubrimiento revelador que servirá de punto de inflexión para la trama.
Todos los actores interpretan sus papeles de manera
magistral, pero hay que resaltar especialmente a Christoph Waltz en el papel de
cazarrecompensas King Schultz, con unos diálogos y comportamientos deliciosos,
así como a Samuel L. Jackson en el papel del malhablado criado de Calvin Candie.
Jamie Foxx, Leonardo DiCaprio, Kerry Washington y el resto del elenco, incluido
el propio Quentin Tarantino en un cameo muy especial, cumplen en sus respectivos
papeles de manera adecuada y correcta, sin desentonar en ningún momento.
Otro de los puntos fuertes de la trama son los continuos
golpes de humor, introducidos por Tarantino en el momento adecuado magistralmente
de forma que elevan la categoría del conjunto. Especial atención a este
respecto merecen ciertas conversaciones (que no revelaré para no desvelar
detalles de la trama y que la sorpresa sea mayor), así como el comportamiento
del criado interpretado por Samuel L. Jackson, amén de una escena con sacos en
la cabeza que me hizo llorar de risa en el cine ante lo absurdo de la
situación.
Una de las cosas que más destaca es la fotografía, con unos
planos espectaculares y unos encuadres cuidados hasta el extremo, además de un
montaje magistral (durante el cual se permite incluso saltarse el eje en varias
ocasiones, "¿por qué no?, soy Quentin Tarantino" sin que esto afecte
al conjunto de manera negativa). Esto le permite al director jugar con los elementos
narrativos que tiene a su disposición, permitiéndose mezclar en la banda sonora
(sin que desentone en ningún momento, ¡ojo!) piezas de Enio Morricone con raps
o canciones modernas (cosa totalmente impensable para cualquier otro director en
un western).
También hay que hacer hincapié en que el mensaje del
director está mucho más marcado en este filme que en otros de su filmografía, realizando
una reflexión bastante clara y marcada sobre la crueldad humana, la esclavitud,
la justicia, la voluntad y el deseo de venganza.
Por tanto, debido a unos diálogos brillantes, una fotografía
espectacular, unas interpretaciones geniales, una banda sonora original y
diferente y un montaje milimétrico, estamos ante un estreno que no nos podemos
perder.
Un momento del rodaje del filme. |